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AUTOMOVIISMO

17 de agosto de 2024

Agustín Canapino vuelve al TC: por qué es el piloto por el que vale pagar una entrada

Luego de su salida de la IndyCar, el Titán de Arrecifes regresa este fin de semana en Buenos Aires y con la marca de sus amores, Chevrolet. Con un estilo combativo y dueño de hazañas, generó un fervor popular pocas veces visto

El dolor debe ser inmenso en Agustín Canapino después de tener que bajarse de la IndyCar tras llegar a un acuerdo con los dueños del equipo Juncos Hollinger Racing. Pero en pocos días el múltiple campeón argentino tiene gran aliciente. Se trata de una caricia al alma, ya que retorna al mundo donde más cómodo se siente y vuelve a correr en el Turismo Carretera. Es en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez, nada menos. Una multitud y no solo los hinchas de Chevrolet, marca con la regresa, le dará la bienvenida. El Titán de Arrecifes generó un idilio general con el público por su forma de correr, trato con la gente y popularidad que explotó en su paso por Norteamérica.

 

Con apenas 16 años corrió su primera carrera en un coche real y en la siguiente temporada ya logró en esa monomarca el primero de sus 15 títulos (se suman los 4 de TC, 2 de TC 2000, 7 de Top Race y 1 de TC Pista), que lo dejan como el segundo más laureado en pista a nivel nacional detrás del recordado Juan María Traverso.

Pero para aplicar el “método Canapino” también es necesario talento. Supo trasladar con éxito el manejo de los simuladores a la pista real. A medida que forjó su campaña mantuvo inalterable la esencia de aquel pibe de Formó parte de una joven guardia que tuvo su irrupción a fines de la década del 2000. Junto al recordado Se recibió de piloto con su primer campeonato en el TC en 2010, en aquella definición mano a mano con el propio Werner (Ford) en Buenos Aires. Se convirtió en el campeón más joven de la categoría con apenas 20 años y su récord será muy difícil de batir. Desde ese día selló su amor por Chevrolet y el haber corrido siempre con la marca del moño dorado le valió ser uno de los máximos ídolos del Chivo. En estos tiempos es difícil que pase eso con un piloto, por su lealtad también se ganó el respeto de las otras hinchadas.

Canapino es pueblo. Siempre entendió todo sobre el folclore de nuestro automovilismo. Se retroalimentó con el cariño de la gente y nunca rechazó el pedido de una foto o autógrafo. Tampoco se le cayó un anillo para agarrar un bombo y hacer de “barra” los sábados por la tarde cuando terminada la actividad toda la gente que está en un autódromo puede entrar a los boxes en el TC.

 

La combatividad forma parte de su ADN y su rivalidad con Néstor Girolami en el TC 2000 en 2014 y 2015 llegó al cine con el documental “Duelo de Leones”. Fueron compañeros de equipo en Peugeot en un clima de tensión interna, conflictividad dentro y fuera de la pista que trascendió lo deportivo. Por el peso de ambos pilotos, la inversión que hizo la marca en el equipo a cargo de Ulises Armellini, y lo que estuvo en juego, fue una remake de un automovilismo de otra época. El Bebu le ganó los dos campeonatos, Agustín supo perder, pero tuvo revancha en 2016 y 2020. Mientras tanto llegaron los cetros en el Top Race, el más laureado de la categoría con sus siete coronas.

 

La secuela del tricampeonato fue al año siguiente en otro cierre que claramente pudo haber sido escrito por un guionista de cine. Ahí otra vez Alberto fue clave. Solo su ojo clínico y un instinto único de alguien cuyo primer auto de carrera que trascendió se lo preparó a Luis Rubén Di Palma en 1986, le valió ir más allá. Fue ese tacto único que dan décadas de automovilismo y saber conocer el clima. Los Canapino se encerraron en su micro para analizar los radares y hubo algo más, pues su padre supo más que los propios meteorólogos ya que antes de la final hubo pronóstico de probables lluvias, nadie –salvo él- avizoró el diluvio que cayó en el Autódromo de San Nicolás. Esa nube se acercaba desde Rosario (70 kilómetros del trazado nicoleño) y Agustín partió con neumáticos para lluvia. Luego de complicarse en la serie por un toque de Manu Urcera (Chevrolet), arrancó desde el fondo en la final y en ese momento cayó un temporal que obligó a sus tres oponentes por la corona, Matías Rossi (Ford), Facundo Ardusso (Torino) y Jonatan Castellano (Dodge) y la mayoría de los otros pilotos, a pasar por los boxes y cambiar las gomas. El clasificador se reordenó, Agustín quedó cuarto y recuperó el mando del campeonato. El segundo puesto final rubricó su tercer cetro. Ese día otra vez su actitud de no rendirse pese a cualquier condición le valió otra coronación.

De haber tenido presupuesto hubiese ido a correr a Europa desde muy chico, pero debió forjar su campaña en el ámbito nacional. Aunque a sus 33 años sus méritos y la apuesta de Ricardo Juncos le valieron una aventura única en la IndyCar. Hasta fines de 2022 siempre corrió en autos con techo y a lo sumo 450 caballos de potencia, y a partir de 2023 domó autos de Fórmula (pura sangre de carrera) con 750 HP y carga aerodinámica. Nunca había hablado en inglés y en tres meses se las arregló para dar notas y explicar las sensaciones arriba del monoposto. Se midió contra los mejores, compitió y demostró que pudo.

Su incursión en Norteamérica llevó a que en la Argentina se hablara de la IndyCar. Se generó un fenómeno que no ocurría desde la época de Carlos Alberto Reutemann en la Fórmula 1. En especial las dos participaciones de Agustín en las 500 Millas de Indianápolis, un hito ya que después de 83 años un argentino corrió la mítica carrera en el óvalo. Su presencia en esta categoría agigantó su popularidad e hizo que hasta los hinchas de Ford (eternos rivales de Chevrolet) lo alienten a la distancia. Su salida también fue un golpe para los fanáticos.

 

Desde este fin de semana y otra vez de forma regular (el año pasado tuvo un retorno parcial), el fierrero volverá a ver a Agustín Canapino, un piloto por el que vale pagar una entrada. Esos que contagian por lo que entregan en la pista. Que la palabra especulación no está en su vocabulario. En épocas de crisis el sacrificio económico de la gente por ir a un autódromo tendrá su recompensa.



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